Jose Luis Orós: Lo que nos enseña el último Premio Nobel de economía

Jose Luis Orós: Lo que nos enseña el último Premio Nobel de economía

El mundo académico vuelve su mirada hacia la innovación, al reconocer con el Premio Nobel de Economía 2025 a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, por demostrar cómo el progreso tecnológico ha sido motor del crecimiento económico sostenido. Pero, paradójicamente, ese mismo galardón nos invita a reflexionar sobre una tensión antigua y persistente: el…

27 de octubre de 2025 porComunicación AEFI

El mundo académico vuelve su mirada hacia la innovación, al reconocer con el Premio Nobel de Economía 2025 a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, por demostrar cómo el progreso tecnológico ha sido motor del crecimiento económico sostenido. Pero, paradójicamente, ese mismo galardón nos invita a reflexionar sobre una tensión antigua y persistente: el conflicto entre innovación y regulación.

Para quienes convivimos en el sector FinTech, la innovación tiene un brillo mágico. Vemos transformación, progreso, disrupción. Los nuevos descubrimientos rompen esquemas, cuestionan lo establecido, desatan lo imprevisible. Y ahí es donde puede aparecer el rostro intransigente del control regulatorio, que permite protege derechos y evitar abusos, pero también puede sofocar lo incipiente, destruir lo audaz, asfixiar lo emergente.

Cuando la norma se impone antes de comprender, cuando se regula por inercia o desde el miedo, la innovación queda enclaustrada, condenada al desencanto. Así, el peligro es que la autoridad por proteger termine anulando. Porque la innovación genuina, para prosperar, necesita espacio para equivocarse, ajustarse y reinventarse.

Los galardonados Mokyr, Aghion y Howitt, especialmente en su reivindicación de la “destrucción creativa” como eje del crecimiento, nos recuerdan que innovar no es un proceso ordenado ni cómodo. Las ideas nuevas no piden permiso: empujan. Las estructuras viejas resisten. Y, a menudo, quienes más se benefician del statu quo son también los más interesados en bloquear lo que viene.

Cuando observamos el día a día de las empresas, queda patente la necesidad de colaborar más con el regulador. Queremos la innovación sirva para transformar, que amplíe derechos y que mejore la vida del ciudadano y la mejor forma de lograrlo es con reglas que entiendan la realidad, no que la nieguen.

Las finanzas embebidas ya no son una hipótesis: son una realidad que crece de forma silenciosa pero imparable. Servicios financieros que se integran de forma natural en plataformas de movilidad, comercio electrónico, salud o educación. Invisibles a simple vista, pero imprescindibles en la experiencia del usuario. Y lo más relevante: adaptados a sus necesidades, no a las lógicas tradicionales del sector.

Este mismo principio de integración opera en los pagos invisibles y la tokenización. Del QR a la biometría, de las wallets digitales a las futuras monedas digitales de bancos centrales (CBDCs), el dinero deja de ser un objeto físico o una tarjeta para convertirse en una infraestructura digital. Un sistema que requiere nuevas formas de confianza, interoperabilidad y protección.

En este nuevo contexto, la Inteligencia Artificial no es una moda: es la columna vertebral de una transformación profunda. Ya no hablamos solo de chatbots o scoring crediticio, sino de sistemas capaces de diseñar productos hiperpersonalizados, anticipar riesgos, prevenir el fraude o automatizar procesos complejos. Hablamos de finanzas predictivas, de anticiparse al comportamiento del cliente para ofrecerle soluciones antes incluso de que las pida. Pero esta potencia exige un marco de gobernanza proporcional que no lastre la innovación en nombre del control, sino que se construya desde la confianza, el propósito y la transparencia.

En paralelo, se impone una nueva dimensión: la de la sostenibilidad. El ciudadano ya no solo demanda eficiencia o conveniencia, sino coherencia. La Green & Circular Fintech se convierte así en una respuesta integral: conectar las finanzas con la responsabilidad ambiental y social. No es una tendencia, es un imperativo. Porque no puede haber futuro financiero si no hay futuro climático. Y porque la digitalización sin propósito solo genera más asimetría.

En este ecosistema en ebullición, los espacios de prueba como el sandbox regulatorio son más necesarios que nunca ya que representan la posibilidad de experimentar sin ser castigado por innovar. Un lugar donde los modelos que aún no encajan del todo en el marco vigente pueden demostrar su impacto real. Aún queda camino: más recursos, mayor visibilidad, procesos más ágiles. Pero el sandbox ha demostrado que otro modelo de relación entre innovación y regulación es posible.

También ha cambiado la lógica de la competencia. Lo que antes era una lucha por el cliente, ahora es una alianza por su fidelidad. Fintechs, bigtechs y banca tradicional ya no compiten a codazos: cooperan. La coopetition ya no es una opción táctica, es una necesidad estratégica. Porque el cliente no distingue entre etiquetas: solo quiere soluciones eficaces, seguras y transparentes.

En definitiva, el futuro no se regula, se construye. Con colaboración, con visión, con valentía. Y con un código, ético, tecnológico, legal, que sea abierto, compartido y adaptativo. Tal y como hoy proclama la ilustre Academia sueca al conceder los Nobel de Economía de 2025: “El progreso tecnológico es motor del crecimiento económico sostenido”

José Luis Orós, responsable de la vertical InsurTech de la Asociación Española de Fintech e Insurtech (AEFI)

Puedes leer la tribuna de opinión en la web de Bolsamanía